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Ante sus ojos
cansados se extiende una playa desierta, de esplendida belleza.
Debajo de un arbusto
se detiene a descansar. Pasa un tiempo y el silencio llena todo el lugar. De
pronto se escucha un lamento. En el silencio alguien llama:
- Alguien que me
ayude - se escucha a lo lejos.
La paloma remonta su
vuelo, siguiendo la llamada escuchada a lo lejos.
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La joven levanta su
rostro y mira con asombro a la paloma blanca, sobre su mano posada.
- ¿Qué regalo es este
que a mis manos ha llegado? ¿Estoy soñando?
- Dulce joven de ojos
azules como el color del mar, no es un sueño. Despierta de tu mal pesar. Ya no estás sola. He escuchado tu lamento y a
tu lado me encuentro.
La joven observa a la
paloma, acaricia sus alas, y le cuenta su historia. Ya hace un tiempo fue traída
a la isla y encerrada en ese castillo. Una noche oscura, manos siniestras la
alejaron de su hogar. Abandonada a su suerte, la dejaron en este lugar.
No sabe la joven la razón
de su desventura. Tan sólo era dama de compañía de una princesa en un lejano país.
Ambas desde niñas
jugaban y todo compartían. Más tarde todo se confiaban. Eran una y otra cómplices
de promesas de amor. Un día alguien vio en esta unión inocente de dos jóvenes
confidentes, amenazas sin sentido alguno y la maldad de separarlas fue la decisión
final.
Tanto la princesa como
su dama, desde sus castillos no dejaban de llorar.
- Mi dulce Princesa!
No te veré nunca más.
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La paloma ya
recuperada remonta su vuelo. Pasan los días. Son Infinitos.
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Rompiendo las olas
del mar, llegan a la playa, y entre el espeso bosque una comitiva se abre paso.
Una princesa, con la
paloma en su mano llega al castillo. Fuertes
soldados derriban la puerta y una sombra se acerca desde el interior del
castillo. Su nombre la princesa pronuncia:
- Amapola. Amapola querida.
Desde el interior se
escucha una débil pronunciación:
- ¿Princesa Rosabel,
eres tú en verdad?
Los celos mal
intencionados de su lado se apartan y con justicia vence la lealtad.
En un bello trono de coral, descansa la paloma, es la reina del lugar. De vez en cuando remonta su vuelo, y cansada, retorna a su hogar.
En un bello trono de coral, descansa la paloma, es la reina del lugar. De vez en cuando remonta su vuelo, y cansada, retorna a su hogar.
Dos jóvenes risueñas
la esperan al atardecer, acarician sus alas, y dormida ya entre sus manos posan
su cuerpo en el trono de coral.
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