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Aun seguía ahí
con la mirada inanimada en torno a la vitrina que nunca se abriría.
Siempre había esperado a que algún día llegara a ver el mundo de otro modo. Que
sus ojos pudieran expresar lo que ella podía sentir.
Sí, hacerlo. No
significaba un atrevimiento para una simple muñeca de porcelana. Muy
valiosa, según había dicho la marioneta bufón.
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- Eres solo un
adorno. - Había dicho el bufón, sacándola de su única y más adorada utopía.
- Sí, así es, yo
también los soy pero no pierdo el tiempo soñando en las nubes. - Dijo ya
enojado el bufón por el comentario de la lechuza.
- Hace mucho tiempo
yo era libre y surcaba los cielos en la tierna noche. Sí. Libre, sin nadie.
Solo el viento y mis alas. Solo con la luna que deslumbraba mis ojos. Sí
´´Libre´´.
La lechuza siempre
contaba eso, pero nunca dijo quien había interrumpido su libertad, ni quien le
había quitado los ojos deslumbrados por la Luna para sustituirlos por dos
chinatas de color azul profundo. Ella siempre conto como era el mundo visto
desde su alma.
El bufón también lo
había visto. Una noche contó contagiado de emoción que hacía muchos años él era
famoso. Era una de las pocas marionetas que había representado la primera
obra de Valle-Inclán.
Esa fue su única obra
y la que más le gustó, porque aunque sus hilos lo manejaran, el sentía
cómo le alegraban las risas y los aplausos de aquellas personas. Por aquel
efímero momento, el sintió lo que llaman una lluvia de emociones
alegría, sobresalto, amor y por fin, solo al final, un miedo extremo a perder
aquello le hacía tan feliz.
En aquel momento
creyó haber encontrado el fin de su búsqueda por la felicidad. Pero como el
cachumbambé de la vida nunca se queda en un lugar, un mísero clavo envidioso le
robo su futuro de emociones:
- Sí, un mísero clavo
envidioso que me lo quitó todo. - Decía con una mirada triste y ausente.
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- Estarás
segura ahí, mi pieza más preciada. - Decía mientras la presumía ante
aquellos aristócratas.
Pieza. Así la llaman.
Bueno, no era para sorprenderse. Ella nunca tuvo un nombre. Desde lo que
había visto o escuchado, los hombres solo se guiaban por el poder. Cómo
lucían, que hacían o que decían de ellos. Si era así. Aunque no tuviera mucha
concepción podía jurar que era de esa forma.
Pasaron muchos años
en los que ya había dejado de pensar en su sueño, más bien su utopía. Después
de todo, guiándonos por el contexto de la palabra era algo imposible.
El hombre que toda
una vida la había tenido encerrada yacía en su lecho de muerte. Sólo. Con la
excepción de una criada joven, la única, mejor dicho que
trabajaba en la casa. Había recordado como la miraba con ojos
almendrados, curiosos, pero nunca le había dicho una palabra.
Cuando el minuto de
silencio llegó, más rápido de lo que sus ojos pudieran captar, díjose la última
palabra de aquel hombre solo y moribundo que había pasado toda su vida sin amar
a nadie más que a sí mismo.
Más que cualquier
cosa sintió pena, o eso creyó. Sí. Debió haber sido eso. Pena de alguien que no
conoció y pasó su vida ignorante de lo que significaba la
palabra amor.
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- Gracias por no
dejarme morir solo.
Y ese fue el
momento en que aquel hombre cerró los ojos para no abrirlos nunca
más.
- El mundo es
increíble. - Se repetía la muñeca sorprendida.
Toda su vida vio a
alguien codicioso que no pensaba en nadie más que en sí mismo.
- Tal vez para ellos
la muerte es la única que te abre los ojos. - Se dijo.
Como aquel hombre no
tenia herederos todas las cosas de la casa, como valiosas que eran,
fueron empeñadas. Todas. Por eso nunca vio mas ni a la lechuza, ni la marioneta
bufón, todos vendidas.
Excepto ella. Aquella
criada la había tomado.
A pesar de ser joven, tenía una hija, Alejandra. Esa
mujer la tomo para dársela a aquella niña de pelos oscuros y mirada
tierna, tan dulce como la miel.
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- Te llamarás Amada,
porque se ve que necesitas amor y quiero que hasta el nombre le diga a la
gente lo mucho que te quiero. - Dijo la pequeña con una sonrisa que iluminó la
habitación.
- Me puso un nombre?
- Díjose - Es un buen nombre, eso quiere decir que no soy una pieza, soy
querida. Y no solo querida, amada.
- El mundo se me hace
tan grande, tan peculiar y extraño. Es normal cuando he pasado toda mi
existencia en una vitrina. Un sueño, es un privilegio. Un privilegio en verdad.
Estoy convencida de que mi vida anterior fue el camino para llegar aquí, a este
momento. He aquí mi premio, mi gran verdad. Por fin mi mundo se expone a un
abierto futuro. Soy Amada, porque ella dijo que quería que todos supieran lo
mucho que ella me quiere. Soy una muñeca y no una pieza. - Dijo esto casi
sin creerlo y por primera vez en su existencia. Sintió que sus ojos ya no eran
desanimados.
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