miércoles, 26 de agosto de 2015

YO MEREZCO UN CORAZÓN.

Yo merezco un corazón.
- Se supone que no debería estar llorando ahora -dijo Bell aún llena de ese sentimiento a los que los humanos llamaban soledad.
Hace muchos años que había pasado aquello, aún así, las tenues lágrimas brotaban de su pálido rostro, el cual nunca envejecía. Él había sido la estrella más bella vista ante sus ojos y Bell había sido la diosa más egoísta. Al tratar de poseerlo no le importo el método o la situación en que sus ojos no fueran embrujados por su brillo.
Pero Bell era desgraciada porque no tenía corazón. Hacía mucho tiempo que su ingenuidad le había dado una oportunidad a un ladrón cruel y despiadado. Se lo robó y en su lugar solo quedó un agujero muy profundo que fue llenado solo por el capricho y la envidia.
El joven lo sabía, y se asustaba cada vez que esos ojos codiciosos se posaban en él.
- Yo merezco un corazón - gritó con todas sus fuerzas, mas su orden se perdía en los confines de un universo escondido en el tiempo.
Ella había jurado que lo obtendría de cualquier forma, así que escondió su rostro con una máscara hechas de nubes y esperanza y se acercó tímidamente, añorando no ser descubierta por el mismo. El joven, sin saber quién era, la recibió felizmente y con su infinita luz iluminó un camino perdido que Bell reconoció como su sonrisa.
Mucho tiempo pasó, y ella aún no se cansaba de ese preciado tiempo que pasaba a su lado. Pero con cada día que pasaba, un sentimiento incómodo cobraba más fuerza. Tenía miedo. Hacía tanto que estaba a su lado que quería más. Estaba asustada de que esa estrella tan atesorada por ella, descubriera esa ilusión que ella había creado y jamás volviera a hablarle.
Algo en ella había cambiado y no sabía qué o porqué, pero cuando lo miraba ella sentía que su corazón había vuelto y latía el doble de veces que antes.
- Extraño. - Pensó - Tal vez si vuelto allá? Después de todo, tal vez me he acostumbrado tanto a ese vacío que ni siquiera lo note.
Entonces sintió la urgencia de salir corriendo a sus brazos. Si su corazón estaba de vuelta, él no tenía por qué temerle.
- Cierto. Después de todo, hemos pasado tanto que sin importar la máscara él amará el verdadero rostro. - Pensaba mientras corría a su encuentro.
Fue entonces, cuando llegó a su destino, que dejó caer el trozo de nube. Descubrió el tierno rostro y un corazón desaforado en latidos expectantes hacia la expresión de su amada estrella. Ésta no pudo hablar por un minuto. Bell sabía que algo andaba mal.
Su estrella solo pudo verse horrorizada por la noticia. Ahora, mermada y sin luz, solo podía temerle y repudiar su mentira. Así que sin más, éste huyo, dejando a Bell ensimismada con la expresión de asombro ante lo que acababa de pasar.
- No debo llorar - Pensó.
- No debes llorar - Le repitió a su corazón.
Pero éste no escuchó, y de pronto, explotó en un mar de lágrimas. Ya no era la misma de antes. Él la había cambiado. Escuchó tantas palabras, tantas falsas promesas, que ahora se clavaban en su pecho como miles de agujas.
- El daño está hecho pero se puede reparar - Escucho decir a su corazón - Levántate Bell. No pares de caminar. Aún existe un camino que debemos recorrer juntos. Las heridas sanarán.
Pero Bell lloraba desconsoladamente. No era lo mismo. Su estrella le había dado un corazón tan triste que ahora quería arrancarlo de su pecho.
Bell pregunto a su corazón:
- ¿Está bien llorar? ¿Está bien desear lo inalcanzable?
Éste no respondió.
- ¿Este dolor tan fuerte acabará algún día, o tal vez no? - Bell prosiguió - Respóndeme  al menos ¿la felicidad existe?
De pronto una luz brillo con fuerza como si le dijera que un final diferente dependía de su elección. Ahora quería levantarse y salir corriendo. Buscar su felicidad agarrarla. Y no dejarla ir jamás.

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