Yo merezco un
corazón.
-
Se supone que no debería estar llorando ahora -dijo Bell aún llena de ese
sentimiento a los que los humanos llamaban soledad.
Hace
muchos años que había pasado aquello, aún así, las tenues lágrimas brotaban de
su pálido rostro, el cual nunca envejecía. Él había sido la estrella más bella
vista ante sus ojos y Bell había sido la diosa más egoísta. Al tratar de
poseerlo no le importo el método o la situación en que sus ojos no fueran
embrujados por su brillo.
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El
joven lo sabía, y se asustaba cada vez que esos ojos codiciosos se posaban en
él.
-
Yo merezco un corazón - gritó con todas sus fuerzas, mas su orden se perdía en
los confines de un universo escondido en el tiempo.
Ella
había jurado que lo obtendría de cualquier forma, así que escondió su rostro
con una máscara hechas de nubes y esperanza y se acercó tímidamente, añorando no
ser descubierta por el mismo. El joven, sin saber quién era, la recibió
felizmente y con su infinita luz iluminó un camino perdido que Bell reconoció
como su sonrisa.
Mucho
tiempo pasó, y ella aún no se cansaba de ese preciado tiempo que pasaba a su
lado. Pero con cada día que pasaba, un sentimiento incómodo cobraba más fuerza.
Tenía miedo. Hacía tanto que estaba a su lado que quería más. Estaba asustada
de que esa estrella tan atesorada por ella, descubriera esa ilusión que ella
había creado y jamás volviera a hablarle.
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-
Extraño. - Pensó - Tal vez si vuelto allá? Después de todo, tal vez me he
acostumbrado tanto a ese vacío que ni siquiera lo note.
Entonces
sintió la urgencia de salir corriendo a sus brazos. Si su corazón estaba de vuelta,
él no tenía por qué temerle.
-
Cierto. Después de todo, hemos pasado tanto que sin importar la máscara él
amará el verdadero rostro. - Pensaba mientras corría a su encuentro.
Fue
entonces, cuando llegó a su destino, que dejó caer el trozo de nube. Descubrió
el tierno rostro y un corazón desaforado en latidos expectantes hacia la
expresión de su amada estrella. Ésta no pudo hablar por un minuto. Bell
sabía que algo andaba mal.
Su
estrella solo pudo verse horrorizada por la noticia. Ahora, mermada y sin luz,
solo podía temerle y repudiar su mentira. Así que sin más, éste huyo, dejando a
Bell ensimismada con la expresión de asombro ante lo que acababa de pasar.
-
No debo llorar - Pensó.
-
No debes llorar - Le repitió a su corazón.
Pero
éste no escuchó, y de pronto, explotó en un mar de lágrimas. Ya no era la misma
de antes. Él la había cambiado. Escuchó tantas palabras, tantas falsas promesas,
que ahora se clavaban en su pecho como miles de agujas.
-
El daño está hecho pero se puede reparar - Escucho decir a su corazón - Levántate
Bell. No pares de caminar. Aún existe un camino que debemos recorrer juntos.
Las heridas sanarán.
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Bell
pregunto a su corazón:
-
¿Está bien llorar? ¿Está bien desear lo inalcanzable?
Éste
no respondió.
-
¿Este dolor tan fuerte acabará algún día, o tal vez no? - Bell prosiguió -
Respóndeme al menos ¿la felicidad existe?
De
pronto una luz brillo con fuerza como si le dijera que un final diferente
dependía de su elección. Ahora quería levantarse y salir corriendo. Buscar su
felicidad agarrarla. Y no dejarla ir jamás.
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